Hay algunas ideas simples que pueden revolucionar el mundo, una de ellas es el Ingreso Básico Universal (Universal Basic Income, UBI). En palabras de Philippe van Parijs, uno de sus principales exponentes, se define como “un ingreso pagado por un gobierno, a un nivel uniforme e intervalos regulares, a cada miembro adulto de la sociedad. El ingreso es pagado sin importar si la persona es rica o pobre, vive sola o en compañía, desea trabajar o no. En la mayoría de las versiones es proporcionado a todos los residentes permanentes de una comunidad, no sólo a los ciudadanos”. A simple vista, la propuesta del UBI parece ser un contrasentido sin pies ni cabeza. ¿Por qué otorgarlo a quienes no trabajan?, se escandalizarán algunos. ¿Por qué habría de darse un subsidio a los ricos?, se cuestionarán otros. Responder estas dos interrogantes puede ayudar a entender la propuesta.
Como principal característica, el UBI es universal, es decir, también está pensado para aquellos que no son percibidos como productivos para la sociedad. De aquí se deriva el título de un famoso artículo de Van Parijs: "¿Por qué alimentar a los surfistas?" (Why surfers should be fed?, versión en inglés, resumen en español). En él, Van Parijs busca rebatir una idea de la justicia como productividad, bajo la cual sólo aquellos que contribuyen a la sociedad pueden recibir el UBI. El caso de los surfistas es un ejemplo icónico de esta cuestión: ¿deben los hippies surfistas, que se la pasan sobre las olas día y noche, recibir recursos públicos?
Un buen punto de partida es la respuesta que proporcionó el filósofo estadounidense John Rawls, quien establecía que el estándar de la justicia era la provisión de un umbral mínimo de “bienes primarios”. A quienes se encontraran debajo de ese umbral, el gobierno debía de proporcionar recursos equivalentes. Sin embargo, cuando se le cuestionó el hecho de que su definición no tomaba en cuenta la posibilidad de que hubiera quienes se pudieran aprovechar de un esquema como éste, Rawls —usando el ejemplo de los surfistas perezosos— agregó el tiempo dedicado al ocio a su lista de “bienes primarios”.
Desde una perspectiva como la de Rawls,los surfistas no tendrían derecho a ningún ingreso proporcionado por el gobierno, puesto que no desean trabajar y el ocio que disfrutan es equivalente a la “canasta básica” de recursos que necesitan. Esta justificación es interesante pues, en otra forma de decirlo, significa que los surfistas son desempleados voluntarios que consideran justa la equivalencia ocio=recursos, haciéndola efectiva al pasar el día divirtiéndose. En consecuencia, aquellos surfistas que deseen pasar su día en la playa no podrían aplicar a la ayuda del Estado, pues el “piso mínimo” de necesidad se encuentra cubierto.
En cambio, para Van Parijs la respuesta es diferente. Para demostrarlo, usa un pequeño experimento mental. Imaginemos una comunidad donde se proporcione un ingreso básico que no es verdaderamente universal, pues exige la disposición de trabajar para otorgarse. Así, todos los residentes tienen acceso a él, excepto los surfistas. En un momento posterior, en los territorios donde viven nuestros surfistas holgazanes se descubre un yacimiento de algún recurso valioso. Bajo una lógica de búsqueda de la igualdad, los beneficios de la explotación de ese recurso se distribuirán de forma equitativa en todos los miembros de la comunidad haciendo que aumente el monto del UBI. Este aumento sería una medida justa, puesto que el UBI no es más que el beneficio monetizado de la porción del mundo que nos corresponde a cada quien, por el hecho de ser personas. Entonces, si el valor de los beneficios explotados en el territorio aumenta, el monto del UBI debería de crecer proporcionalmente.
Sin embargo, el bienestar que los surfistas obtienen de cabalgar las olas se mantiene igual, como la diversión que extraen de ello o el sol que toman, sin importar si se descubre el yacimiento o no. Esto revela que no hay manera justa de equiparar el tiempo de ocio de quienes no deciden trabajar (bienestar subjetivo) con cierto nivel de ingreso (bienestar objetivo). En la versión de Van Parijs, no extender el UBI (o la política social) —cualquiera que sea el monto fijado— a los surfistas significa violar su derecho a los beneficios que les corresponden a todas las personas. La misma lógica justifica proporcionarlo incluso a quienes están lejos de necesitarlo, por ejemplo, alguien acaudalado. En este segundo caso, recibir el UBI también responde a su cualidad de persona, aun cuando sea una suma irrelevante si se compara con los ingresos que recibe producto de sus negocios o los impuestos que tendría que pagar para poder financiar un esquema como éste (de este tema, la justicia fiscal como justicia social, escribiré más adelante).
Aunque el UBI suele descalificarse como una propuesta utópica, descabellada y fuera de toda posibilidad de implementarse, sus proponentes argumentan que es la medida más simple y efectiva para construir una sociedad más justa. En la próxima entrada, discutiré algunas características más del UBI, presentando ejemplos de algunos experimentos encaminados y la perspectiva para México. ¡Hasta entonces!
Alejandro Aguilar
Investigación IMDOSOC
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