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Pedro Arellano, ¡gracias por tu vida, ejemplo de compromiso con la Pastoral Penitenciaria!


Nunca es tarde para agradecer. Hoy quiero aprovechar este espacio para hacer un reconocimiento a la vida de una persona, completa de entrega y trabajo, que vivió comprometida en atender, dignificar y acompañar a las personas que se encuentran privadas de su libertad, aquellas excluidas de la sociedad, a quienes generalmente siempre se les ve como un “despojo” y lo “peor de la sociedad”.


El pasado 1 de septiembre falleció Pedro Héctor Arellano Aguilar, o simplemente Pedro para mí, a quien conocí en la Comisión Episcopal para la Pastoral Social y con quien tuve el privilegio de compartir algunos años de trabajo; él en la Dimensión de Pastoral Penitenciaria y yo en Justicia, Paz y Reconciliación, Fe y Política.


Recuerdo bien como, desde el primer momento, me impactó su austeridad y su congruencia de vida, era de esas personas que predica con el ejemplo, que pasa del discurso y la palabra a las acciones y los hechos concretos; estaba convencido de que las personas en situación de cárcel, por cualquier razón, podían ser dignificadas y había que trabajar en su rehabilitación. A eso dedicó toda su vida hasta el último momento.


No olvido el día que me invitó a acompañarlo al Reclusorio Norte, una de las experiencias más fuertes, pero también más enriquecedoras que he tenido. Ahí pude comprobar que su vida entera era un apostolado para encontrar maneras de ayudar y dar esperanza a las personas privadas de su libertad y a sus familias, que usó su inteligencia y determinación para hacer incidencia pública con el fin de mejorar las condiciones de las cárceles y generar procesos reales de inserción.


Después me enteré que era hermano de Marisa, quien fue mi maestra de “Problemas políticos, sociales y económicos de México” en la prepa, una de las personas que tuvo que ver con mi decisión de estudiar en la UNAM por su amor con dicha institución. Y entonces me di cuenta que la pasión por construir un mundo y un país mejor en los Arellano era algo que traían en la sangre, era una cuestión de familia.


Para muchos Pedro era irónico y punzante, a algunos incomodaban sus comentarios mordaces por directos, que cuestionaban e interpelaban hasta lo más profundo. A mí era precisamente eso lo que me fascinaba de él, era una persona que hizo vida el Evangelio y su Encuentro personal con Jesucristo lo convirtió en servicio hacia los más excluidos, amaba entrañablemente la Iglesia, se sentía parte de ella, pero su amor incondicional no lo hizo miope y en algunos momentos supo señalar sus errores. Fue crítico con algunas decisiones de la jerarquía y, aunque juntos nos cuestionamos muchos temas de fe, él siempre se mantuvo fiel y comprometido con el trabajo pastoral. Ayudó y colaboró de manera pragmática para hacer con acciones concretas una transformación social incidiendo en la vida de las personas en situación de reclusión.


Te nos adelantaste Pedro, pero estoy segura que allá donde estés ya estarás organizando algo a favor de los demás, porque así eras, incansable. Gracias por tu vida llena de compromiso, por recordarme que como decía Santa Teresa de Jesús “solo amor da valor a todas las cosas” y tú diste mucho amor siempre. La Pastoral Social de México está en deuda contigo, sobre todo la Pastoral Penitenciaria y yo misma, porque conocerte me impulsa a seguir creyendo que otro mundo es posible, pero que para lograrlo hay que arremangarse y ponerse a trabajar en ello.


Mtra. Jimena Esquivel Leáutaud

Docente de la Universidad Iberoamericana y La Salle

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1 commento


gerfer62
24 nov 2020

Gracias por este sencillo pero merecido homenaje. Con éste, me estoy enterando de la muerte del buen Pedro Arellano. Tuve la oportunidad de conocerlo allá en los 90's, en el Colegio La Florida, yo daba clases de Ética, y él de una materia de sociales (no recuerdo), y luego luego hicimos click. Hombre de gran fe y gran compromiso con la Iglesia-y en aquél entonces con los migrantes- Trabajaba muy de cerca con los obispos mexicanos. Aprendí mucho de él, sobre todo de su rectitud, honestidad, gran caridad y humildad. Transmitía mucha alegría y bondad. ¡Dios lo tenga en su Gloria! Gracias Jimena.

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