Por Alejandro Aguilar
La adoración del antiguo becerro de oro (cf. Ex 32,1-35) ha encontrado una versión nueva y despiadada en el fetichismo del dinero y en la dictadura de la economía sin un rostro y sin un objetivo verdaderamente humano. La crisis mundial, que afecta a las finanzas y a la economía, pone de manifiesto sus desequilibrios y, sobre todo, la grave carencia de su orientación antropológica que reduce al ser humano a una sola de sus necesidades: el consumo.
Papa Francisco[1].
La vida social tiende a verse reducida, cada vez con más pujanza, a una relación entre mercancías. Esto nos puede parecer natural e, incluso, inevitable. Cuando nos relacionamos con otras personas, sobre todo por fuera de nuestros parientes, solemos hacerlo de esta forma: comprar aquello o vender lo otro, calcular el valor y exigir dividendos. En la cúspide de este proceso, la “mercantilización”, el trabajo mismo y el medio ambiente sucumben a la tentación de ser convertidos en valor para intercambiarse en un mercado[2]. Al hacerlo, mucho se pierde. Tal como bien dice Polanyi, dichas dimensiones (ser humano y “naturaleza”) difícilmente pueden ser convertidas en dinero. Ellas, por el contrario, son la vida misma en diferentes manifestaciones; al transformarlas en dinero, la vida se pierde, se convierte en objeto y potencialmente se le da la muerte.
Cuando todo se reduce a este plano simple, carente de vida, pueden tomarse decisiones fáciles. En algunos casos, cerrar una fábrica, argumentando una perspectiva estrictamente administrativa, puede presentarse como una decisión para mejorar los rendimientos de una empresa. En dicho contexto, todo se reduce a un conjunto de intercambios de mercancías: “podemos obtener mejores ganancias si dejamos de pagar tantos salarios”. Se corre el riesgo de considerar al salario como un factor adicional que se compra en el mercado, cuando no podemos olvidar que se trata del sustento de una persona, la supervivencia de su familia, la posibilidad de continuar su vida.
Lo mismo ocurre en cuanto al medio ambiente. A nuestro alrededor, la vida florece, se encuentra en cada palmo que pisamos, bajo nuestros pies y ante nuestros ojos. No obstante, en cuanto ingresa en el mercado todo el potencial de vida desaparece. Se habla entonces de entidades objetivas, yermas, susceptibles de cuantificarse y transarse: un ecosistema se convierte en “paisaje turístico”, un bosque en una “zona de aprovechamiento forestal”, el subsuelo en una “zona minera” o un “yacimiento petrolífero”. A fin de cuentas, dichos espacios bien pueden servir a la vida, para mantener un hospital o alimentar un poblado, por ejemplo. El problema es que, al convertirlos en flujos de materias y energía indistintos, bien pueden servir a cualquier cosa (fabricar armamento pesado…) y extraerse para zonas lejanas con nulo compromiso con el contexto del que emanan.
Pienso que estas reflexiones se encuentran en total consonancia con las preocupaciones del Pensamiento Social Cristiano de devolver el mercado a un lugar concreto de la sociedad y no convertirla en una “sociedad de mercado”. Esta línea de reflexión se extiende al pensamiento de Benedicto XVI, quien afirmaba: “la doctrina social de la Iglesia no ha dejado nunca de subrayar la importancia de la justicia distributiva y de la justicia social para [el] mercado, no sólo porque está dentro de un contexto social y político más amplio, sino también por la trama de relaciones en que se desenvuelve.”[3]
[1] Francisco, Evangelii Gaudium, 55.
[2] Lo que Polanyi denomina “la gran transformación”. Véase: Karl Polanyi, The Great Transformation. The Political and Economic Origins of Our Time (Boston: Beacon Press, 2001); Existen varias traducciones al español, entre ellas: Karl Polanyi, La gran transformación (México: Juan Pablos Editor, 2013).
[3] Benedicto XVI, Caritas in veritate, 35.
Referencias
Benedicto XVI. Caritas in Veritate. El Vaticano, Editrice Vaticana, 2009.
Francisco. Evangelii Gaudium. México: Buena Prensa, 2013.
Polanyi, Karl. La gran transformación. México: Juan Pablos Editor, 2013.
———. The Great Transformation. The Political and Economic Origins of Our Time. Boston: Beacon Press, 2001.
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