La teodicea es una rama de la teología cristiana orientada a explicar una cuestión por demás problemática: ¿por qué existe el mal en un mundo creado por un Dios que se presupone bondadoso, omnipotente, omnipresente y omnisciente? El famoso filósofo Gottfried Leibniz fue el encargado e acuñar este término que gozaría de un importante auge durante los siglos XVII y XVIII.
Un par de siglos mas tarde, Max Weber (2014) propuso que la respuesta cada vez más articulada y explícita al problema de la teodicea habría encaminado a las religiones del mundo en una trayectoria de progresiva racionalización. Más recientemente, Peter L. Berger (2006) recurrió al término para explicar los mecanismos mediante los cuales las sociedades explican y justifican situaciones que desafían las interpretaciones oficiales de la realidad. Si los teólogos cristianos se preguntaban “por qué permite Dios que los niños inocentes mueran”, las teodiceas modernas responderían cuestiones del tipo “por qué el mercado permite que algunas personas coman y otras pasen hambre”.
Berger (2006) afirma que esta última pregunta es una de las que más ha exigido la elaboración de teodiceas a lo largo de la historia. Por ello, este tipo de discursos también han estado tradicionalmente ligados a la explicación de desigualdades sociales. Ya sea en forma de legitimaciones para los poderosos, o como opio para los desvalidos, “la teodicea brinda al pobre un significado de su pobreza, pero también provee al rico de un significado de su riqueza” (pp. 91-92).
Ahora bien, ¿por qué propongo que la meritocracia es una “teodicea” y no un simple discurso legitimador más? Durante buena parte del siglo XX, la mayoría de los sociólogos de la religión creían que la modernización de las sociedades vendría aparejada de un declive de los sistemas de creencias. No obstante, el paso del tiempo ha evidenciado que lo que cabe esperar no es que las religiones desaparezcan sino que su papel y sus manifestaciones se modifiquen.
En este sentido, autores como Charles Taylor (2014) han insinuado que las otrora cosmovisiones religiosas dominantes fueron sustituidas en la sociedades modernas por narrativas seculares en cierto sentido equivalentes. Para este filósofo, una de estas representaciones es la que nos plantea como una sociedad comercial que participa de un mecanismo providencial de beneficio mutuo: el mercado.
Pese al atractivo que despierta, autores como Robert H. Nelson consideran que le subyace una religiosidad secular que propaga el “evangelio progresista de la eficiencia” (2001, p. 58). A las aseveraciones de este teórico se suman las de John Rapley (2017, p. 7), quien piensa que la economía se ha convertido en una religión —probablemente la más poderosa en la actualidad—, ya que cuenta con una doctrina integral que promete la salvación en este mundo; posee magos que generan dinero de la nada mediante hechizos (derivados financieros o vehículos de inversión estructurados), y tiene un cuerpo de profetas y sacerdotes que aventuran premoniciones o que defienden la ortodoxia frente a la herejía.
Aceptando que la economía constituye una religión, resulta lógico que, al igual que otros sistemas de creencias se enfrente a su propia teodicea, pues, como explica Weber…
[…] cuanto más se avanza en la dirección de la concepción de un dios único, universal y trascendente, con tanta mayor fuerza surge el problema; cómo puede ser compatible el gigantesco crecimiento del poder de un dios de ese tipo con la imperfección del mundo que ha creado y rige (2014, p. 198).
En este análisis, el equivalente de ese dios único, universal y trascendente sería el mercado, cuyas capacidades providenciales y racionales se verían desafiadas por las crecientes desigualdades de nuestras sociedades contemporáneas.
Para los creyentes del dios mercado, son principalmente los pobres de las sociedades capitalistas quienes encarnan un riesgo para la plausibilidad del sistema de creencias que dota de sentido a su vida. ¿Cómo es que pueden existir tales portadores de la miseria en el marco de una sociedad que se organiza bajo el más racional —y providencial— de los sistemas?
Este predicamento urge a los devotos del mercado a ofrecer una explicación de la existencia de estas personas —una que se da en términos de su inferioridad o culpabilidad—. La meritocracia —en tanto propuesta de un ordenamiento social donde cada quien recibe lo que merece en función de su esfuerzo y talento— ha cumplido está función, constituyéndose en un conjunto de conocimiento mágico-religioso que justifica la pobreza de unos y la riqueza de otros.
Digo que es un saber religioso porque (al igual que los grandes sistemas de creencias) provee de sentido, en este caso, al paradójico hecho de la desigualdad, recurriendo a la representación de un orden económico providencial y racional que da a cada quien lo que merece según su trabajo y aptitudes. Finalmente, argumento que es mágico porque atribuye al esfuerzo y al talento el efecto de generar prosperidad económica en sociedades donde estudios serios nos sugieren que ni el trabajo ni la educación garantizan superar la pobreza (Cf. Acción Ciudadana Frente a la Pobreza, 2020; Centro de Estudios Espinosa Yglesias, 2019).
Abraham Hawley
Lic. en Comunicación Política por la UNAM. Hizo un intercambio en Hangzhou Dianzi University; obtuvo el 2º lugar del Concurso Nacional de Ensayo Universitario 2015 y ganó la beca Fulbright. Sus líneas de investigación son la secularización, la laicidad, los argumentos religiosos en la esfera pública, y la sociología de la religión. Es profesor de la FCPyS (UNAM) y cursa la Maestría en Ciencia Social, en el Colegio de México.
Referencias
Acción Ciudadana Frente a la Pobreza. (2020). Violación de derechos laborales establecidos en la Constitución es estructural y reproduce pobreza y desigualdad. Acción Ciudadana Frente a la Pobreza.
Berger, P. L. (2006). El dosel sagrado. Kairós.
Centro de Estudios Espinosa Yglesias. (2019). Informe de movilidad social en México 2019. Centro de Estudios Espinosa Yglesias. https://ceey.org.mx/wp-content/uploads/2019/05/Informe-Movilidad-Social-en-M%C3%A9xico-2019..pdf
Nelson, R. H. (2001). Economics as religion: From Samuelson to Chicago and beyond. Pennsylvania State University Press.
Rapley, J. (2017). Twilight of the money gods: Economics as a religion and how it all went wrong. Simon & Schuster.
Taylor, C. (2014). La era secular. Tomo I. Gedisa.
Weber, M. (2014). Sociología de la religión (E. Gavilán, Trad.). Akal.
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