Por Alejandro Aguilar
Primer paso: Aceptemos que la pobreza es inmoral e indeseable. Inmoral puesto que viola el precepto básico de permitirles a las personas vivir una vida digna, en las mejores condiciones para su florecimiento. Es indeseable porque una sociedad de pobreza abundante difícilmente es una sociedad próspera. Un trabajador precarizado no podrá ser productivo, así como una familia en ruinas con más probabilidad será vulnerable a la violencia, la insalubridad, las adicciones…
Segundo paso: trascendamos la idea de que la pobreza es el resultado de decisiones individuales. Abandonemos la idea de “el pobre” para comenzar a hablar de “el empobrecido”. Al hacerlo, habremos de voltear la vista a las condiciones sociales que producen y perpetúan la pobreza de forma sistemática.
Tercer paso: identifiquemos el problema de fondo: la rampante desigualdad. México, por ejemplo, es un país tan desigual que si fuera una sociedad de tan sólo 100 personas con una riqueza total de 100 pesos, la más rica de todas (el top 1%) tendría 46 pesos, mientras que las 50 más pobres (el bottom 50%) juntas no concentrarían riqueza alguna, sino que deberían en conjunto 3 pesos. Así es, un selecto y reducido grupo de personas concentra la mitad de la riqueza del país, mientras que la mitad de la población se encuentra sumida en la desesperanza.
Cuarto paso: estudiemos los mecanismos concretos mediante los cuales la situación de desigualdad abismal que impera produce la pobreza. La lista es variada, aunque los más recurrentes son la explotación, la marginación, la exclusión y la estratificación. Sin embargo, ahondar en los más importantes requiere un tratamiento aparte, por lo que les abordaré en la próxima entrada de blog.
Quinto paso: comprendida la situación, es menester meter manos a la obra. Hay una serie de prácticas políticas que, cada quien, desde nuestra trinchera, podemos apoyar o implementar para contrarrestar los mecanismos de productores de pobreza. Seguramente habremos escuchado de algunas de ellas en diversas modalidades como la redistribución o la igualdad de oportunidades, pero en ocasiones actos tan simples como consumir responsablemente y local pueden empezar a hacer la diferencia.
Opcional pero recomendable: adoptar como encomienda personal el promover una cultura de la equidad en todos los espacios en que nos desenvolvemos. ¡Que en cada persona haya un promotor de la justicia social!
A reserva de leer y estudiar los mecanismos concretos que se indican en el cuarto paso, mi opinion es que el sistema económico y social (capitalismo) es esencialmente injusto