Por José Ángel Bazán Sánchez[1]
A lo largo del sexenio, la denuncia del racismo y clasismo de la oposición por parte del oficialismo ha sido un lugar retórico común. Su prominencia no encuentra antecedentes en el historial de los anteriores mandatarios y, al conocer la historia personal del presidente López Obrador, esta fijación no resulta tan sorprendente. Su oposición discursiva al racismo ha sido una constante en su lucha política; en parte por la confrontación racista que su propia figura ha detonado en algunos sectores de la sociedad,[2] en parte por su cercanía a un tipo de lucha específico de los pueblos originarios,[3] es difícil encontrar un momento discursivo del todavía presidente donde no haga denuncia de los discursos racistas de figuras opositoras.
Esta presencia en el discurso político ha tenido como consecuencia, no sé si esperaba, su actuación como punta de lanza en la incorporación de la lucha contra el racismo en el debate público. Hace apenas diez años todavía era sumamente controversial mencionar que el país era racista; tan solo en 2017 la conversación pública explotó contra el entonces titular del INEGI, Santaella, quien divulgaba los resultados del estudio: Módulo de Movilidad Social Intergeneracional en una serie de posts (francamente tibios) donde hablaba del impacto del racismo en la estratificación económica.[4] Hoy en día la información que divulgó el entonces titular ya es socialmente aceptada y, durante estos seis años, la lucha contra el racismo discursivamente se ha posicionado en un punto que ya es incuestionable. Gracias a un sinfín de peleas dadas desde todos los ámbitos; producciones culturales y cinematográficas, OSCs, activistas, académicos y –a mi parecer– algunos políticos, se ha logrado posicionar el tema y sacarlo de lo tabú.
No obstante, a la presencia discursiva del antirracismo como herramienta retórica no ha seguido un compromiso sustantivo por parte de las instituciones gubernamentales con esta lucha. ¿Qué quiero decir con esto? Que, si bien es innegable que desde 2018 ha habido un cambio cultural y textual tremendo donde la discusión política ha aperturado la discusión social en torno al racismo en México, esta inauguración no ha venido acompañada de herramientas de política pública que permitan hacer frente a este mal sistémico. A diferencia de lo discursivo, en lo sustantivo este gobierno peca de lo mismo que el resto; desconocimiento de las implicaciones de un combate al racismo institucional y la continuación de instituciones mal diseñadas que no se dan abasto en el combate a la discriminación y son incapaces de atender al problema de raíz.
A continuación, haré un (breve) análisis de la política antirracista del sexenio con miras a pensar el siguiente. Considero que esta administración se puede entender en dos partes: las instituciones y lo étnico.[5]
Las instituciones y lo étnico: El CONAPRED y el INPI
Al pensar la discriminación racial como manifestación del sistema racista dos instituciones llegan, casi por antonomasia, a la mente: el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (CONAPRED) y el Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas (INPI). A lo largo del sexenio, ambas han tomado papeles protagónicos en distintos momentos y en distintas magnitudes.
El CONAPRED, específicamente, representa a la perfección la dinámica contradictoria de la lucha contra el racismo en esta administración. Estuvo en el centro de la discusión cuando su anterior directora, Mónica Maccise, organizó un evento donde preguntaba si el racismo en México existía e invitaba al “comediante” Chumel Torres a participar.[6] A esta invitación siguió un coletazo de las redes sociales donde señalaron dos cosas: el racismo mexicano no es algo que se debe dudar y una institución preocupada por el tema no debe de dar voz a personas antiderechos. A estos cuestionamientos, el ejecutivo reaccionó con la renuncia de la directora y cuestionando la sola existencia del Consejo por su baja efectividad.[7] Más tarde, en una de las pocas ocasiones de su administración en que reculó, el presidente anunció que mantendría el consejo y nominaría a una mujer indígena para presidirlo a fin de mejorarlo.
La apertura de espacios de toma de decisión para personas marginalizadas es, a mi parecer, un acierto. Como mencionó en una entrevista la nueva titular, la sola presencia de los marginalizados es transformadora.[8] Sin embargo, como en el resto de la administración pública federal, la transformación simbólica no fue sinónimo de transformación institucional. En parte como resultado de que el Consejo estuvo descabezado por poco más de año y medio, en parte por el pobre diseño institucional que antecede a la actual administración, las capacidades de actuación del CONAPRED para atender casos de discriminación en general y de racismo, en particular, se vieron mermadas. El consejo concluye este sexenio con lo que es un recorte presupuestal considerable, que, además, se ve reflejado en la pobre capacidad de recepción, manejo y respuesta a denuncias de discriminación racial. Según el propio consejo en su reporte ante el CERD, entre 2019 y 2021 tan solo recibió 7 quejas de discriminación racial; de las cuales ninguna ha sido resuelta.[9]
Por otro lado, el INPI trae consigo una historia distinta que más bien refleja la lógica del antirracismo del siglo pasado. Esta institución, que ha sido de las predilectas por la actual administración, ha concentrado sus esfuerzos en el avance de planes de justicia focalizados para cada pueblo en específico. Lo que es en principio benéfico, refleja los alcances y límites del entendimiento arcaico de las formas de combatir el racismo y sus principales víctimas.
Como su nombre lo indica, el INPI está focalizado en las necesidades y desventajas que tienen los pueblos originarios y es bueno que lo haga. Sin embargo, las discusiones más recientes en torno al racismo en México como estructura de opresión evidencian que ellos no son las únicas víctimas; también están los pueblos afromexicanos y las personas desindigenizadas. De estos, resaltan los afromexicanos cuya atención ha sido asignada a atenderse en el INPI. El problema no yace en la inclusión per se, sino en la pobre adaptación que ha tomado esta institución a su nuevo grupo de atención. Al incluirlos sin más en el mismo catálogo de pueblos originarios, la institución ignora las condiciones específicas que vienen del legado colonial que enfrentan. Su condición diferenciadora con los pueblos indígenas es que, la mayoría, existe en una lógica diaspórica; es decir que con contadas excepciones no mantienen un sistema de orden tradicional o una comunidad propia.[10] Por lo que la extensión de las políticas diseñadas para los pueblos originarios es altamente ineficaz y en la mayoría de los casos, no existe.
¿Qué sigue?
La actual administración ha sido marcada por una incomprensión de las implicaciones de su discurso antirracista. No ha mostrado la voluntad institucional de diseñar políticas que respondan a las demandas de un creciente movimiento motivado por dos sectores que han sido ignorados por las instituciones: las personas desindigenizadas y las personas afrodescendientes. La futura administración, lamentablemente, apunta a lo mismo; pues no considera a ambos grupos ni al mal sistémico que los une en sus planes de gobierno. Todo apunta a que se mantendrán los errores de siempre con una nueva fachada.
[1] Estudió Relaciones Internacionales en el Colegio de México. Sus estudios se concentran en la política exterior, su intersección con los fenómenos de seguridad, las políticas de drogas y los impactos diferenciados en poblaciones racializadas. Chilango, enamorado de la ciudad y de su gente. Ahora apoya en incidencia y análisis político en RacismoMX.
[2] Hay múltiples ejemplos de los comentarios racistas que se han generado en oposición a AMLO, pero creo que la representación más memorable está en los comentarios adyacentes a su título de “mesías tropical”
Toledo, V., 2006. “Todos somos mesías tropicales.” La Jornada. https://www.jornada.com.mx/2006/12/15/index.php?section=opinion&article=028a1pol
[3] AMLO es hijo de la lucha indigenista del siglo pasado, uno de sus primeros cargos públicos fue justo ese en su natal Tabasco. Me parece indudable que hay una cercanía con esta forma paternalista de entender su lucha y de abogar por sus intereses, sin embargo como indica Yásnaya, esta es únicamente una forma de lucha que le ha sido redituable; ignora las demás, las de las autonomías y las de los territorios. Aguilar, Y. 2021 “La autonomía de los pueblos indígenas y el gobierno de AMLO”, NACLA. https://nacla.org/mexico-autonomia-indigena-amlo
[4]Alvarez, I. 2017, “En México, el color de piel es destino, según un estudio oficial”, Yahoo Noticias, https://es-us.noticias.yahoo.com/en-mexico-el-color-de-piel-es-destino-segun-un-estudio-oficial-211659103.html
[5] Creo que las implicaciones en los defensores del territorio, la oposición a los mega proyectos, así como la política migratoria tienen una fuerte carga racista. No obstante, la fuerza de ambos temas requiere un análisis dedicado; motivo por el cual no están presentes aquí.
[6] Manetto, F. 2021, “Conapred sigue acéfalo un año y medio después de la renuncia de la titular” El País. https://elpais.com/mexico/2021-11-25/conapred-sigue-acefalo-un-ano-y-medio-despues-de-la-renuncia-de-la-titular.html
[7] Presidencia, 2020, “Presidente propone integrar funciones de Conapred a Segob; nueva titular será indígena, afirma”. https://lopezobrador.org.mx/2020/06/19/presidente-propone-integrar-funciones-de-conapred-a-segob-nueva-titular-sera-indigena-afirma/
[8] Racializades, Colmex, 2023, “Racismo y el CONAPRED”. https://youtu.be/4AwsDowiONk?si=oinDNwjyg03noUxO
[9] CERD, 2022, Informes periódicos 22o a 24o combinados que México debía presentar en 2022 en virtud del artículo 9 de la Convención, p. 32
[10] Velázquez, María Elisa, and Gabriela Iturralde. 2016. “Afromexicanos: Reflexiones Sobre Las Dinámicas Del Reconocimiento.” Anales de Antropología 50 (2): 232–46. https://doi.org/10.1016/j.antro.2016.05.002.
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Brak wiedzy na temat natury walki z rasizmem instytucjonalnym i utrzymywanie się źle pomyślanych instytucji, które nie potrafią sprostać wyzwaniom zwalczania uprzedzeń ani uporać się z ich podstawowymi przyczynami Foodle.